Segundas partes,
a veces buenas

 

Por Rafa Quilez


El músico norteamericano paul Simon demostró la noche del lunes en el Palau Sant Jordi que las segundas partes pueden ser mejores que las primeras y, ante unas 5.000 personas, ofreció un espectáculo que aburrió durante la primera mitad, para irse caldeando posteriormente y acabar siendo un éxito.
Acompañado de una banda formada por 17 miembros, entre los que se encontraban el percusionista Mingo Araujo, el teclista Tony Cedras, el saxo Ray Rachabane o el trío vocal The Waters, formado por Julia, Mazine y Oren, Simon empezó con las notas de The obvious child, que abría así el primer concierto de la gira Born at the right time tour en España, que siguió ayer en Madrid y el día 18 en La Coruña.
Arreglos étnicos y basados en las percusiones, los timbales y todo tipo de referencias tribales afroamericanos, con un sonido acústico marcado por las resonancias que provocaban los huecos en las gradas por falta de publico, que en absoluto cubrió las expectativas de ventas que un artista de la talla de Paul Simon puede causar.
El volumen de vatios se diluía en el recinto porque los altavoces, que debían estar suspendidos del techo, descansaban sobre el suelo ante la negativa a colgarlos de los responsables del Sant Jordi, que temían por la seguridad del recinto y del publico que asistiera al recital, aunque después fuera este el realmente perjudicado.

PRINCIPIO SOSO
Temas como The boy In the bubble, She moves on, Kodachrome, Born at the right time, Train in the distance, Me and Julio down by the schoolyard, I know what I know y The cool, cool river marcaron un tiempo soso, aburrido, abúlico y demasiado acústico, casi insoportable, que decepciono a un publico que esperaba ritmo y sonidos mas fáciles de asimilar o quizá recordar los viejos tiempos oyendo la música de Simon & Garfunkel.
Las cosas cambiaron, no obstante, con Bridge over troubled water, donde la negra guitarra acústica de Simon marcó los medios tiempos y empezó a levantar al dormido y escaso publico de sus asientos, en lo que suponía la segunda parte del recital . Después, Proof, Dogs in the wine shop, The coast. Graceland. You can call me Al - con un gran solo del bajista camerunés Armand Sabal Lecco- y Still crazy after all these years, clásico de Simon que inundo la pista de publico con ganas de bailar.
Los arreglos de Loves me like a rock, que presentaron Simon con el trío The Waters realizando una exhibición de soul y gospel vocálico, o Diamonds on the soles of her shoes, en que cinco percusionistas trasladaron a la audiencia a la selva africana, fueron los momentos mas vibrantes del recital.
El cantante volvió a salir con la banda para interpretar Hearsts and bones y una espeluznante versión de Late in the evening, basada en una potente sección de vientos, percusiones contagiosas, teclados rítmicos y guitarras eléctricas de contundente sonido, proporcionando al grupo una imagen de combo salsero total que provoco la invasión de la pista por parte del publico, ávido de bailar.
Nuevo mutis por el foro y Simon que volvió al escenario para interpretar la segunda tanda de bises que comenzó con el único acompañamiento de su guitarra entonando America -que lleno de encendedores el Sant Jordi-, una versión que puso los pelos de punta, The boxer, también con la acústica, a la que se añadieron acordeón, los coros, la percusión y el EWI, dejando al descubierto el amor de Simon por los instrumentos exóticos, reflejo de las civilizaciones africanas y latinoamericanas que a él tanto le interesan.

TERCER BIS
Cerro con Cecilia, con un tratamiento basado en las quenas andinas y Simon a la armónica y acústica, mientras media banda marcaba el ritmo y el publico llegaba a la apoteosis, con un sentimiento entre nostalgia y ganas de asimilar los últimos descubrimientos sonoros de este artista que durante los últimos años se ha dedicado a investigar en la música de los países del cono sur.
Antes las ovaciones y aclamaciones, que se prolongaron por espacio de algunos minutos, Paul Simon volvió por tercera vez para ofrecer el clásico de todos los tiempos Sound of silence.
La primera estrofa, a la guitarra, las segunda, con acústica y voz, y a partir de la tercera, media banda con dos solos de guitarra eléctrica, claros y limpios, fueron el cierre a dos horas y veinte minutos de actuación y una gran segunda parte de la actuación.


Blanco con alma negra

Sudáfrica, Mombasa, Brasil..., los países del calor, de las temperaturas por encima de los 40 grados son los que apasionan a este menudo artista de cuarenta y nueve años, consagrado a la investigacion sonora. En su concierto en Barcelona debió sentirse a sus anchas. España no es Africa, pero en julio y bajo el "sol" de los focos su temperatura se parece a la de la jungla. Paul Simon saltó, bailó, se desgañitó...sudó, todo para demostrar que veinticinco años sobre el escenario no pasan en balde; que incluso los sonidos más áridos pueden llevar al paroxismo a un público cariñoso. En la mezcla está su esencia. En la combinación del sur y el norte, de la percusión y el metal y del melancólico pasado con el frenético presente.


17 de Julio de 1991
El Mundo
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