"Un Concierto Histórico"

 

por Joaquín Luqui


Tal como te decíamos el domingo, pero mucho más. Porque las canciones eran las que te anticipamos, pero ni ellos mismos esperaban un recibimiento tan, tan apoteósico, tan masivo, tan alucinante.
Ni el Central Park, que fue algo apabullante, como se puede ver en el video. Ni el sueño del más apasionado fan. Porque nadie podía pensar en algo tan grande, tan glorioso. Fue el éxito del éxito, fue el gran milagro de la cominicación total con ellos, que han sido los grandes apóstoles de las canciones sobre la soledad y la incomunicación.
Desde el principio el recibimiento fue ya un preludio de que aquello iba a ser mucho más de lo esperado. Los comienzos parecían turbulentos, con el apagón y con la lluvia. Pero como el mismo Garfunkel dijo en un castellano precioso “la lluvia cantó su canción y nosotros cantaremos las nuestras”.
Y las cantaron. Y todos gozamos con aquellos destellos, mil y una sensaciones, que nos devolvían, sublimados, los quince años que hemos que hemos vivido con canciones de Simon y Garfunkel en nuestro corazón.
Fueron dos horas para toda nuestra vida. La “Señora Robinson” nos introdujo en el mundo mágico de la pareja, nos llevó al hogar, al “Homeward bound”, para pasear por el parque de la escuela con “Julio”, llegar a la “Feria de Scarborough” y terminar en el pueblecito de la infancia, en ese “My little town” que fue toda una sorpresa inesperada, como lo fue cuando la grabaron en el 75, el año en que cantaron en Toronto tres canciones, como hemos comentado en otras ocasiones.
Y el recorrido por esos quinces años junto a Simon y Garfunkel siguió con la “Pequeña Suzie” que debía despertarse, mientras Simon seguía loco después de todos esos años y Garfunkel permanecia con los ojos brillantes, mientras los dos paseaban al atardecer (buen detalle de Garfunkel de cantar a duo el ultimo éxito single en solitario de Simon, ese “Late in the evening” del LP maldito “One-trick pony”).
Y el cóndor pasó con su recuerdo hispano y ecológico. Y Simon nos contó sus 50 maneras de dejar a su amante y el “Kodachrome” nos devolvió los tiempos rockeros del “Maybellene”, de Chuck Berry, y el piano eléctrico empezó en blues para dejarnos a todos en el séptimo cielo de ese “Puente sobre aguas turbulentas” que sonó como nunca y que recibió la más clamorosa ovación que recordamos en una canción en directo. Y “El boxeador” dio el golpe definitivo. Y todos queríamos más y más, y volvieron los “Viejos amiguos”, esos “Old friends” entrañables del “Bookends”, y seguimos cantando alegres la canción del “Puente de la calle 59”. Y el silencio se hizo sonido. Y no queríamos que nuestro corazón dejara ese sonido del silencioso y clamoroso, y todos pedíamos otra, y otra más, y más, y los propios artistas se quedaron tan alucinados con aquel público, que no habían previsto más canciones y tuvieron que repetir “Late in the evening” y “The boxer”.
... Y el sonido del silencio seguía sonando en nuestro corazón cuando dejamos el Rayo Vallecano.
Había sido una cita histórica, una cita que quedará ya para toda la vida. Los amigos que nos habían cantado todas las ilusiones, esperanzas, decepciones, amarguras, y nuevas ilusiones en nuestra juvenil adolescencia volvían a sonar como nunca en la magia estremecedora de ese concierto ya imborrable, como un reflejo de eterna juventud.
...Porque en esas dos horas, vivimos a tope quince años de un pasado que ya ha quedado definitivamente en un presente fututo para toda la vida.


(Crónica ampliada en En El Gran Musical, leer Aquí)

 

27 de Mayo de 1982
Diario 16

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