El Investigador de Músicas

 

Por Juan Luis Gallego


El bajito de Simon & Garfunkel hace ya muchos años que es simplemente, y nada menos, que Paul Simon, el buscador de ritmos, el pionero en la conquista de la música étnica para el pop-rock. Pero, por suerte, The Sound of Silence, Mrs. Robinson o The Boxer siguen formando, tanto como Graceland, parte de él.

Cuando un cazacanciones llamado Sid Prosen escuchó el primer tema que habían compuesto Paul Simon y Art Garfunkel, Hey, Schollgirl!, les dijo algo así como «chicos, sois lo más grande desde los Everly Brothers -precisamente los mitos de ambos en aquella época-. Os voy a convertir en estrellas». Era 1957, la pareja rondaba los 16 años y la promesa a punto estuvo de hacerse realidad. Formaron el dúo Tom & Jerry, vendieron cien mil copias del single y ganaron dinero suficiente como para comprarse un descapotable rojo. Era el sueño americano, una demostración de que en Estados Unidos todo es posible. Pero no, no fue así, el éxito no cuajó entonces.
La carrera de Simon (nacido en una ciudad de New Jersey llamada Newark hace 60 años) no es fruto de la suerte. Ni mucho menos. En su biografía hay fracasos sonoros, profesionales y personales, ascensos fulgurantes a la cumbre y descensos al infierno. Dejar de ser el bajito de Simon & Garfunkel para convertirse en el precursor de lo que algunos llaman «world music», el pionero en el mestizaje de la música étnica con el pop-rock, es sólo fruto de su talento. De su talento y de su trabajo.
Porque eso es lo que Paul Simon es ahora, desde su álbum Graceland -el que le llevó definitivamente al éxito sin Garfunkel-: un investigador de la música, un buscador de ritmos impulsor de una revolución brutal en el pop- rock a la que muy pocos han podido sustraerse. Eso y, sobre todo, un gran compositor. Y según quienes le han tenido cerca, además, una buena persona, un hombre comprometido que igual colabora en Barrio Sésamo y Los Teleñecos que promueve una fundación para asistir médicamente a los niños mendigos de Nueva York, edita un libro de cuentos infantiles, canta por los granjeros americanos o participa en un festival dedicado a recaudar fondos para mantener el faro de Montauk y su entorno natural.


El Éxito en solitario
Graceland fue, efectivamente, el disco que le consagró, el que convirtió su hasta entonces discreta carrera en solitario -que, sin embargo, había dado joyas como Still Crazy After All These Years y One Trick Pony-. Lo sacó a la luz en 1986, dos años después de que una amiga le regalara una cinta con música sudafricana. Le gustó tanto que dedicó los siguientes meses a recopilar cualquier sonido similar, hasta que, en febrero de 1985, se fue a Johannesburgo a empezar una grabación que completó luego en Nueva York, Louisiana, Londres y Los Ángeles.
En el disco colaboraron artistas sudafricanos como Ladysmith Black Mambazo, Ray Phiri Y Stimela junto a estadounidenses como Linda Rondstandt, sus admirados Everly Brothers y Los Lobos. Fue su consagración mundial, un anténtico evento musical qne le llevó a recorrer decenas de países con conciertos masivos, a pesar de que la ONU le acusó de romper el boicot internacional impuesto a Sudáfrica contra el apartheid por emplear a músicos oriundos. No era su intención, por supuesto. De hecho, al final le dieron la razón. Su iniciativa sirvió para abrir un debate que terminó con una rectificación de la estrategia contra el régimen racista. «El Movimiento Antiapartheid -cuenta el propio Simún en una entrevista concedida a El País en 1990-, modificó su política sobre el boicoteo cultural y declaró que no se pretendía boicotear la cultura negra. Cosa que, cuando empezamos con aquello, sí se hacía, porque a los músicos negros se les negaba el visado, de manera que, siendo los oprimidos, se les trataba como a los opresores. Y esto cambio gracias a 'Graceland'».
En esa entrevista, su autora, Rosa Montera, describe a Simon como un ser de aspecto «anodino», un hombre «modoso, apagado y austero» que incluso llega puntual a sus citas con la prensa. Es inexpresivo -dice- no ríe, no gesticula». Pero, añade a medida que le oye hablar, «hay algo en su cabeza que embelesa».
«No creo que deba reconocérse ningún mérito en ello - continúa Simon al recordar aquella polémica-, porque lo que se consiguió fue gracias al enorme éxito popular Graceland; pero yo no hice Graceland para probar la conveniencia de las cruces culturales ni nada semejante; hice el disco pura y simplemente porque me encantaba cómo sonaba la música sudafricana».
Después de Graceland, Simon sacó The Rhythm of The Saints, inspirado en los ritmos brasileños. Luego, un directo y una antología, hasta que llegó Songs from de Capeman, en 1997, la grabación con la que quiso poner fin a la aventura que ha constituido probablemente el mayor fracaso de su carrera. La causa fue un musical, The Capeman -basado en una historia real, la de un joven puertorriqueño condenado por un asesinato, que consiguió rehabilitarse en prisión-, con el que trató de conquistar Broadway y sólo cosechó feroces descalificaciones de criticas, protestas de los familiares de las víctimas del protagonista y de una sociedad estadounidense poco piadosa con los asesinos y, en definitiva, la indiferencia del público. Cuando la obra bajó el telón, dos meses después de su estreno oficial, había perdido más de 10 millones de dólares. El disco, este sí elogiado por la crítica, no remontó, sin embargo, el lastre del musical.
Una exitosa gira junto a Bob Dylan le sirvió para superar la fuerte depresión en que el fracaso de The Capeman le había sumido, recuperar parte del dinero perdido y lavar, si le hacía falta, su imagen. Luego, publicó otro Grandes Éxitos y, finalmente, el pasado año, You're the One, un disco de canciones sin más, que reúne lo mejor de su talento, especialmente, su facilidad para contar historias, y del que forma ya parte, como un precioso sedimento imprescindible, los sonidos que tanto ha cultivado.

Siglo XXI
Paul Simon vive ahora en un triplex situado en el Upper East Side de Nueva York, frente a Central Park, que perteneció al guitarrista español Andrés Segovia. Es su residencia habitual, aunque no hace mucho adquirió una casa junto al mar en Mountain Wiew. Tiene también un apartamento en la costa este y una casa de campo en Bucks County (Pennsylvania). Ha establecido sus oficinas en el famoso edificio neoyorquino Brill, dedicado exclusivamente a la industria discográfica, quizá en recuerdo de sus frecuentes caminatas por sus instalaciones durante su adolescencia en busca de una oportunidad.
Invierte su dinero, sistemáticamente, en valores del Estado. Hace años que lo decidió, porque, dice, no está obsesionado por la riqueza y gana mucho más de lo que necesita. Ensaya en el estudio SIR, en la calle 52 de Manhattan, como desde hace años, los Rolling Stones, David Bowie, Eric Clapton, Bob Dylan y Kíss.
Han pasado casi 37 años desde que compuso The Sound of Silence; 34 desde Mrs. Robinson; 32 desde The Boxer, 31 desde Bridge Over Troubled Water ... Fueron las más celebradas creaciones de un dúo de jóvenes que se convirtió en el más famoso de los sesenta. «¡Ha pasado ya tanto tiempo! -comentaba Paul Simon-. Aún hoy me sigue gustando el sonido que teníamos; sonábamos bien cantando juntos. En cuanto a las canciones que compuse para el dúo, algunas me parecen muy ingenuas, muy pasadas de moda, y otras mantienen todavía cierto encanto». Simon & Garfunkel se separaron en 1970, en pleno éxito, en la cumbre, pero, a tenor de lo ocurrido después en la carrera de Simon, mereció la pena. Bueno, en realidad mereció todo la pena.


Febrero 2002
Revista Acordes
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