NUEVA YORK LE DEDICA UN FESTIVAL
Paul Simon, encrucijada musical

 

Por Julio Valdeón


A Paul Simon lo han canonizado en vida y olvidado repetidas veces. Su último éxito consiste en que la Brooklyn Academy of Music (BAM), le dedica un mes de conciertos.

Divido en tres partes, el insólito festival resume un cancionero, el de Simon, inasequible al moho. 'Songs From The Capeman' , primero de la serie, retoma rotundo guantazo, aquel musical de Broadway que escribió junto al Nobel Derek Walcot y terminó costándole 11 millones de dólares.

Le sucederá Under African Skies, que percute en Graceland (1986) y su continuación, 'The rythm of the saints' (1991). Grabado con músicos sudafricanos, Graceland quebró el bloqueo contra el Apartheid, recibió críticas (políticas) furibundas y halagos (artísticos) universales; de paso, propulsó internacionalmente a algunos de los músicos negros más talentosos de la entonces abominable república. En buena medida, la World Music despega ahí, con ese disco cremoso, sobredorado y valiente , donde las guitarras chispean entre el Delta del Missisippi y el Índico, cocinadas con especias mbaqanga y ecos de los Muscle Shoals Studios de Alabama.

Aventuras y viajes aparte, será el tercer ciclo, American Tunes, el que recorra su repertorio más conocido , que no obvio, su brillante asociación con Garfunkel y el vuelo por los setenta, cuando liberado del yugo entregó discos emocionantes. De los trabajos primeros a 'Still cracy after all this years' , de aquellos Tom y Jerry (ese fue el primer nombre del duo años antes de que despegara, cuando todavía iban al instituto) a la jugada de su primer productor, Tom Wilson, que añadió (sin consultarles) instrumentos eléctricos a su primer single, Sounds of silence (1964), y de su etapa previa como precoz compositor de éxitos ajenos a canciones como Me and Julio Down by the Schoolyard (1972), sus facetas más ligadas al folk y el pop toman la plaza.

El martes The Caperman sirvió para que Simon, acompañado por la benemérita, y vibrante, Spanish Harlem Orchestra, descorchara la fiesta. Contó también con el pellizco nostálgico, aportado por Little Anthony and the Imperials, viejas glorias del doo-wop. No logró que el antiguo musical, ahora desprovisto de guión, sin actores ni vainas, despegara del todo, pero al menos demostró que muchas de sus piezas eran mejores de lo que muchos pensaron en su día.

A lo largo del mes otras luminarias (Milton Nascimento, Ladysmith Black Mambazo, etc.), secundarán al trovador de Newark. La tribu de todos los Simon, el aventurero, el que bebe en las fuentes del folklore estadounidense, el hijo de Elvis, el que puso ritmo interior y melodía a los sesenta/setenta, el autor de 'Mrs. Robinson' (1968), 'The boxer' (1970), 'Heart and bones' (1983) o 'The Boy in the Bubble' (1986), que voló a África y Brasil, triunfó con Graceland, combustionó en Broadway y volvió al pugilato con Surprise, deslumbra en Brooklyn. Cómo no, si lo avalan cuatro décadas de la mejor música americana.



4 de Abril de 2008
El Mundo
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