Después de perderme, por unas cosas u otras, los conciertos de Paul Simon en Europa, por fin pude desquitarme y verle en solitario (el único concierto hasta ahora fue en Madrid, año 1982, con Garfunkel). Confieso que para mí era como asistir a un acontecimiento de esos que has estado esperando mucho tiempo. Además, el exceso de precio lo compensamos con un vuelo low-cost con escala en Beauvais (digo escala, porque se tarda una hora y veinte minutos hasta Porte Maillot en el autobús que te recoge, eso sí, según aterrizas). El día siguiente devoré la prensa local buscando alguna reseña del concierto….¡nada! Ni siquiera un simple cartel anunciador por las calles. ¿Es que no saben que hoy actúa Paul Simon? La hora larga de espera se me hizo eterna. Al menos nos divertimos con las acomodadoras viendo las caras de la gente cuando sugerían en francés (y, si no respondías afirmativamente, en inglés –“may I ask you for the tip?”-), que se veían en la necesidad de solicitar la propina ya que era el único emolumento que recibían de la organización (sólo las faltaba decir que habían tenido que pagar la entrada …) El siguiente tema se inicia con el sonido del acordeón de Tony en una melodía que rápidamente identificamos. La gente saluda con estrépito la sintonía de The Boy in the Bubble. Paul acompaña con la guitarra acústica rítmica y se luce Bakithi Kumalo con el bajo. Esto va bien… Otro espectador grita algo en inglés que no logro entender. Paul responde con un lacónico: “I remember that…” La calidad del concierto sigue en lo más alto con “Train in the distance”. Otra vez el saxo de Andy da el contrapunto perfecto. The Teacher, de su penúltimo disco de estudio, nos concede otra degustación de sonidos impecables, con unas percusiones de lujo, con Tony en el acordeón. A estas alturas, aunque no recuerdo exactamente en cual tema, Paul invita a Jamey Haddad a acercarse a primera línea. Porta un chaleco de percusión que, según tengo entendido, se fabrica personalmente. Tras la ovación en The Teacher, la banda se retira (espero que cumpla el guión y toque las 25 canciones de turno, pienso), pero Paul no se marcha. Coge su guitarra acústica y empieza a desmenuzar los acordes de The Sound Of Silence. Juega de nuevo con los arpegios en una versión acústica ejecutada completamente en solitario. Otro deleite, sin duda. Vuelve la banda, con Vincent Nguini de figura en The cool cool river. Nuevo guiño a la nostalgia con The only living boy in New York. Paul no se extralimita y resulta mucho mejor que la versión publicada en el DVD “Old Friends”, con Garfunkel. Mark, Tony y el propio Vincent hacen los coros, bien harmonizados. Con la gente intentando acercarse al escenario y otros muchos de pie o bailando, se recibe con aclamación la primera nota de Graceland. Nuevas palmas acompasadas y nueva demostración de las guitarras (mención especial para Mark). El público se entrega definitivamente a la causa Father and Daughter es la siguiente canción, interpretada con un ritmo algo más suave que la versión oscarizada. Es aquí, y mira que iba bien, cuando aparece un pequeño acople de sonido que, momentos después, se convierte en un mediano acople. El agudo pitido hace que el propio Tony Cedras mire hacia la torre de control algo mosca…Pero todo queda en eso, afortunadamente. Simon hace otra interpretación vocal magistral, de las suyas. Aún quedaba un plato fuerte, por supuesto: “Diamonds on the soles of her shoes”. Aquí ya no hay tregua, todos, hasta donde yo veo, estamos de pié, bailando, cantando y dando palmas. La guitarra de Vincent y el sólo de Bakhiti nos llevan en volandas hasta el apoteósico final de batería y percusión confrontadas.
Final del primer acto, aplausos y cánticos populares que son escuchados con una nueva puesta en escena. Los teclados de Tony Cedras dan entrada a los primeros versos de “Still Crazy after all these years”. Simon lo borda y el saxo de Andy parece transportarnos al Central Park con Michael Brecker. A continuación uno de los indispensables: “You can call me Al”. La gente se ha acercado al escenario (los que han podido). Paul acerca el micrófono a un espontáneo que declama encantado: Call me Al! Finaliza la triada con That was your mother, me hace pensar que Simon es consecuente con el éxito aún vivo de Graceland, aunque, a estas alturas empiezo a pensar que me voy a quedar sin escuchar Wartime Prayers, American Tune, Something so right, Peace like a river, Proof y, por supuesto, Thelma, que pasa por una de mis favoritas. Tengo asumido también que no habrá un guiño a The Capeman, por buenas que sean sus canciones. Este último tema es impecablemente interpretado, con Mark Stewart incorporado a la sección de saxos (uno tenor espectacular) y el acordeón de Tony marcando el ritmo. Nueva despedida aunque poco efusiva… (volverán), aunque se hacen querer un poco y los reclamamos con vehemencia. Ya de vuelta, nos entregan dos últimas perlas. La primera es otro clásico: The boxer, coreada por los asistentes (nos la sabemos) y la última es, cómo no, la que mejor puede poner colofón a un concierto: “Late in the evening”. Aquí Tony Cedras llega a tocar a un tiempo el teclado y la trompeta (bestial, por no decir otra cosa). Las secciones de viento se desplazan una estrofa, pero entran con fuerza al final, cerrando así esta genial actuación. Saludo del grupo abrazado, estreche de manos a algunos afortunados y a los dos minutos ya estaban los operarios desmontando el escenario, aunque tardamos en darnos por aludidos, esperando, al menos, un saludo más de nuestro pequeño genio. Tampoco encuentro reseñas de la prensa francesa el día siguiente, pero sí que tendrá, el que lo desee, estas pequeñas líneas en castellano, tan subjetivas como legítimas.
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