Lección Magistral
de Simon en Milán

por José Luis Ortiz


Un caluroso aplauso acogió a Paul Simon en el escenario del Palavobis milanés, mientras se elevaban al cielo los mágicos acordes iniciales de That's where I belong. Así comenzaba el excepcional concierto -el único de Simon en tierras italianas- de un músico cuya obra atesora y funde las corrientes más vitales de la música popular de los últimos 50 años, y que constituye -por su particularidad, maestría y autenticidad- una corriente en sí mismo. Desde el folk al gospel, desde el funk a la música latina, desde el R&B a la música new age, desde el country o el hard-rock al jazz a los ritmos hipnóticos, desde las músicas afroamericanas hasta los sonidos orientales: todo eso, ni más ni menos -expresado en piezas de deslumbrante calidad- estuvo presente en el Palavobis Auditórium durante las casi dos horas y media que duró su actuación.

La monumental Graceland -en una de las mejores versiones que recordamos- abría paso a una decena de canciones de gran agilidad y vigor rítmicos. A continuación, un breve receso, con un bloque de tres relajadas canciones (Old friends/Bookends, Homeward bound y I am a rock), para desembocar en la extraordinaria segunda parte del concierto (incluyendo los bises), caracterizada por la variedad y alternancia de tempos.

Muy equilibrado resultó el repertorio desde el punto de vista de las épocas representadas: ocho canciones del Simon anterior a Graceland, otras ocho de los discos Graceland y The rythm of the saints, seis del nuevo álbum y apenas cinco de la época de Simon & Garfunkel. El neoyorquino privó, pues, a sus seguidores de los grandes temas de Songs from The Capeman (como Born in Puerto Rico o Trailways Bus) y prestó, significativamente, una atención casi testimonial a las canciones del dúo. Tengamos en cuenta que The boxer es, desde hace años, una canción remozada por Simon; que, desde la gira de 1999, Bridge over troubled water ha sido asimilada a la estética de You're the one, y que, finalmente, I am a rock - una pieza totalmente inédita en Simon desde su ruptura con Art Garfunkel- ha sufrido, para la ocasión, importantes arreglos. Por lo tanto, sólo dos canciones -Old friends/Bookends y Homeward bound-, interpretadas ambas sólo con la guitarra de Simon, revivieron claramente la época del dúo. En nuestra opinión, resultó la única concesión nostálgica de Simon a su auditorio y, por tanto, la parte más prescindible de su memorable actuación, al tiempo que ponía de relieve la gran diferencia de calidad musical que separa al Simon actual del Simon joven. De hecho, el plato fuerte del concierto consistió en la presentación en público de lon nuevos temas del álbum You're the one, lo cual habla de la enorme vitalidad de un Simon en plenitud y vigencia artísticas. Se puso de manifiesto en la magistral recreación del nuevo material de estudio, con esa mezcla de emoción y energía presentes en la ejecución de Hurricane eye (espectacular cierre del concierto, antes de los bises), Old (poderosa su guitarra rítmica), You're the one (espiritual y elegantísima), la citada That's where I belong (el mejor prólogo que jamás utilizara Simon en un álbum o un concierto) o The Teacher (etérea y llena de matices).

En cuanto al repertorio clásico de Simon, no cabe sino señalar la excelencia del material seleccionado. Es cierto que no hallamos grandes novedades en el tratamiento de esas canciones, fijadas en su mayoría desde los tiempos del Born at the right time Tour (1991), pero sí algunos sabrosos matices, derivados de la inclinación country del guitarrista Mark Stewart o las vivísimas y originales percusiones de Jamey Haddad y Steve Shehan. En esta línea se inscribe el material proveniente de Graceland o el de The rythm of the saints, brillantemente ejecutado y puesto en escena. Cabe destacar la extraordinaria versión de The coast, que Simon creara para su gira con Dylan en 1999, y la novedosa versión de Spirit voices, algo más lenta que la de estudio y que cuenta con la interesante particularidad de sustituir el pasaje central en portugués por una sección instrumental -de una mágica y poética belleza- liderada por el acordeón de Tony Cedras. Del mismo modo, el repertorio de Simon hasta Graceland aparece, en general, prefijado por giras anteriores. Cabe mencionar la singular vitalidad de piezas como 50 ways to leave your lover (antológica ejecución), Late in the evening, Still crazy after all these years o Me and Julio down by the schoolyard (con la omisión del silbido en el interludio). Simon recuperaba The late great Johnny Ace, en una versión cercana a la original de estudio, tras quince años sin interpretarla en directo. Convendría recordar que, días después del concierto de Milán, en una entrevista concedida al crítico Julián Ruiz, el propio Simon declaraba su particular predilección por esta pieza, "escondida" en su álbum Hearts and bones. Sin embargo, desde el punto de vista de sus seguidores, la gran sorpresa de la noche la constituyó la recuperación y espléndida revisión de la olvidada One man's ceiling is another man's floor, inédita -hasta esta gira- en directo y cuya ejecución impecable, junto al atractivo y vigor de su música, la sitúan -de repente- en la esfera de los clásicos del neoyorquino. Más discutible resultó la versión -cercana al nuevo estilo de Simon- de su clásico Kodachrome, abandonando esas espectaculares versiones de los concierto en el Central Park de los años 81 y 91. La que sonó en Milán, como en el resto de la gira, fue una pieza absolutamente distinta, relajada, rica -eso sí- en matices, aunque menos atractiva y directa que en anteriores versiones, extraña -en suma- para los seguidores de Simon, lo que quizá contribuyera a que fuera recibida con cierto escepticismo. Mucho más gratificante fue la acogida dispensada a una también novedosa versión de American tune, una canción que, tradicionalmente, Simon suele interpretar sirviéndose sólo de la guitarra acústica. En esta ocasión, el neoyorquino vuelve parcialmente a la bellísima versión en directo aparecida en Greatest hits, etc., haciéndose acompañar por el cello (Mark Stewart), más una suave batería, semejante a la utilizada en la grabación original de estudio.

José Luis Ortiz Rodríguez

N.B.: Me gustaría dedicar estas líneas a todos los seguidores de Paul Simon -muchos de ellos, amigos- y al propio Simon, para mí modelo de auténtico creador, músico en permanente renovación y artista insobornable, que encarna, como muy pocos, la diversidad y riqueza de la música popular y sigue, afortunadamente, sin complacerse en mirar hacia su pasado glorioso.

 




Gracias a Graziano Mangia por estas 3 fotos.



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