"A veces se sabe cuando algo va a funcionar. Pero no, este no fue el caso. Cuando acabe de escribir el guión, pensé: 'Nunca volveré a escribir un guión'. Como actor, tuve ... limitaciones. Ni siquiera recuerdo la mayor parte de las canciones, a excepción de 'Late In The Evening'. Pero hay una línea en 'Oh, Marion' que fue muy importante: "The boy's got a heart / But it beats on the opposite side" Me enseñó una nueva forma de escribir, donde las letras eran más abstractas. No es el mejor ejemplo de ello, pero me señaló una nueva dirección."
Paul Simon (Rolling Stone, 2013)
One-Trick Pony por José Luis Ortiz
En el proyecto más ambicioso de su carrera artística, espoleado
quizá por su éxito como compositor y cantante en solitario,
Simon escribe y protagoniza la película One-Trick Pony y compone
su banda sonora. Se trata de la primera vez que el neoyorquino enfoca
la escritura de un álbum desde el punto de vista de un personaje,
en este caso desde la perspectiva de Jonah Levin, protagonista de la película.
En este terreno, sin embargo, Simon había demostrado sobrada valía,
como certifican, entre otras, grandes "story songs" como The
boxer, Duncan o My little town. Señalemos, de entrada, que el resultado
musical no es todo lo satisfactorio que podría esperarse: un disco
irregular que alterna momentos de alto nivel de calidad con otros sencillamente
anodinos, y eso incluso dentro de una misma canción. Es posible
que, por un lado, Simon se viera limitado en su labor compositora al tener
que ceñirse, exclusivamente, a un punto de vista ajeno a él;
pero, por otra parte, también pudo ocurrir que, como ha señalado
Simon en alguna ocasión, el problema no residiera tanto en la composición
como en el proceso de producción y grabación de las canciones.
Desde el punto de vista de la escritura, la característica primordial
del primer álbum en solitario del neoyorquino (Paul Simon, 1972)
consistía en la utilización de un lenguaje coloquial elusivo
que creaba una sensación de gran hermetismo. En su siguiente álbum,
There goes rhymin´ Simon (1973), ese lenguaje, aunque coloquial,
aparecía más elaborado, al tiempo que Simon sustituía
la elusión por la alusión, creando, en ocasiones, no ya
hermetismo, sino ambigüedad, como consecuencia, sobre todo, de la
elección del punto de vista. En Still crazy after all these years
(1975) se combinaban y equilibraban los registros coloquial y culto, regresando
Simon, en ciertos momentos, a ese lirismo poético, característico
de la primera etapa de Simon & Garfunkel. Persistía, no obstante,
la ambigüedad ocasional, derivada de la elección del punto
de vista. En One-Trick Pony apreciamos un nuevo cambio de rumbo en la
escritura de Simon. Se pierde ese equilibrio entre lo coloquial y lo culto,
en beneficio del primero (no olvidemos que Simon escribe este álbum
desde el punto de vista del personaje Jonah Levin), regresando, en este
sentido, a criterios estéticos cercanos a los seguidos en There
goes rhymin´ Simon; sin embargo, Simon introduce -aunque no sistemáticamente-
tres importantes novedades en su estilo literario, que serán decisivas
en el posterior álbum Hearts and bones y, más aún,
en la compleja escritura de Graceland y The rythm of the saints, cimas
-sobre todo, este último- de su hermetismo.
La primera novedad reside en el uso de la imagen surrealista, cercana,
en algún caso, a la greguería (consecuencia, en cierto modo,
lógica del tradicional gusto de Simon por el humor). Ciertamente,
la imagen surrealista o, incluso, visionaria ya aparecía en Still
crazy after all these years, pero mucho más atenuada, menos decidida
y circunscrita al ámbito cromático o sinestésico
(el arco iris negro de My little town; el cielo amarillo, la hierba gris
y la alfombra desteñida de I do it for your love; los ojos silenciosos
de la canción homónima,...). En el álbum One-Trick
Pony, la imagen surrealista se tiñe de humor, como, por ejemplo,
en Oh, Marion:
The boy's
got a heart
but it beats on his opposite side
("El
chico tiene corazón, / pero le late en el lado contrario")
o en God bless the
absentee:
The
highways are in litigation,
the airports disagree
("Las autopistas
están de juicio, / los aeropuertos se pelean")
o
bien adquiere un gran poder evocador, como en One-Trick Pony (canción):
He
moves like God's
immaculate machine
("Se
mueve como / la maquinaria sin mácula de Dios")
La segunda novedad radica en la elaboración de la historia surrealista,
como pone de manifiesto la canción That's why God made the movies.
En ella, lo surreal no es concebido como anomalía, sino como pura
y auténtica realidad, como parte integrante de la misma. Consigue
Simon tal efecto alternando elementos surrealistas con imágenes
realistas, de modo que la transición entre ambos mundos es tan
natural e imperceptible que llegan a identificarse. El uso del tono coloquial
y humorístico facilita, desde luego, esta integración.
La tercera y última novedad consiste en el uso de la alusión
descontextualizada, es decir, en la descomposición de la realidad
a través de fotogramas sueltos o piezas aisladas de un "puzzle",
técnica que aparece en el "bridge" de Long, long day
y reaparecerá, en todo su esplendor, en álbumes posteriores.
Al lado de estos ejemplos de imagen surrealista, en la canción
Nobody despliega Simon un catálogo de imaginería tradicional,
bastante convencional y estereotipada. Tal vez sea, por ello, la letra
menos ambiciosa del álbum, ciñéndose a los moldes
de la canción amorosa mediante la simple yuxtaposición de
imágenes que oscilan entre la pasión y la ternura.
La balada amorosa, tratada de forma directa y seria, está, por
otra parte, bien representada en el álbum, en canciones como How
the heart approaches what it yearns o Long, long day, ambas de mayor brillo
poético que Nobody. De todas formas, este tipo de composiciones
constituye una rareza en la carrera del neoyorquino (deberíamos
remontarnos a Song for the asking o Kathy´s song), y quizá
deban su presencia en este álbum porque ayudan a perfilar la personalidad
de Jonah Levin. Sí es característico de Simon, en cambio,
el planteamiento lateral y humorístico del tema amoroso; en esta
línea se encuentra la desengañada Oh, Marion, emparentada
con Congratulations por su alto grado de escepticismo.
Junto al lirismo de estas canciones, Simon retoma la vena narrativa, dejándonos
excelentes muestras de su maestría en este terreno, como Jonah,
la citada That's why God made the movies o la evocadora Late in the evening.
A medio camino entre lo narrativo y lo lírico, se encuentran las
originales letras de One-Trick Pony y de la irónica Ace in the
hole.
De la subordinación absoluta al punto de vista único del
protagonista de la película, deriva otra de las novedades del álbum:
la elaboración, por primera vez en la carrera en solitario del
neoyorquino, de una escritura directa y sin ambigüedades. Sería
injusto no reconocer que, en este contexto, obtiene Simon excelentes resultados;
sin embargo, no es menos cierto que, al renunciar Simon a aquellos recursos
en los que se distinguía por su singularidad y maestría,
la escritura pierde, en general, esa vibración y hondura que habían
caracterizado a trabajos anteriores.
La perspectiva del álbum, bien condensada en la canción
Long, long day, no es otra que la del perdedor: su soledad y abandono,
su desesperanza y cansancio, su fracaso profesional y personal, cuyo contrapeso
es, apenas, su inmenso amor por la música. En el fondo, tras el
perfil y vivencias de Jonah Levin, se adivinan las propias experiencias
y temores del compositor neoyorquino; bastaría con asomarse a su
biografía para comprobarlo. Un magnífico ejemplo nos lo
proporciona, así mismo, la magistral Jonah, canción que,
además de contener estrofas de una agilidad narrativa excepcional,
casi cinematográfica, cuenta con el -quizá- más conmovedor
final jamás escrito por Simon. En él, el propio Simon recuerda
y homenajea a aquellos músicos jóvenes -tiernos como esas
"delicadas guitarras en fundas de cartón" que portaban
de acá para allá-, cuyas ilusiones acabaron desvaneciéndose;
jóvenes anónimos tras los cuales se esconden, sin duda,
rostros bien conocidos por el neoyorquino en sus inicios en el mundo de
la musica. La pregunta final, suspendida en el aire y doblemente repetida,
resume toda la carga emocional de la pieza, maravillándonos por
su amarga y estremecedora concisión:
Do
you wonder where those boys have gone?
("¿No
te preguntas qué ha sido de esos chicos?")
Si Jonah, según señala Simon, revela el amor por la música
desde la perspectiva del fracasado, Late in the evening rememora el origen
de ese amor en un tono de alegre nostalgia. Nuevamente, a través
de su letra se adivina la experiencia vital de Simon en sus años
infantiles y juveniles por las calles de Nueva York, con cierta tendencia
a la idealización.
Por su parte, la canción que da título al álbum constituye
una mirada nada inocente -ácida, incluso- del neoyorquino hacia
el mundillo musical, a través del personaje interpuesto Jonah Levin.
Con ese "pony de una sola habilidad", Simon alude a todos esos
personajes que deambulan con éxito por el circo del rock y saben
rentabilizar -en términos comerciales o, incluso, de aceptación
entre la crítica- su, en realidad, escaso talento artístico,
a base de repetir una sola fórmula en la que están singularmente
especializados: una buena puesta en escena, cierta desenvoltura, dominio
técnico del intrumento, carisma o capacidad de seducción
hacia el público, etc. En realidad, representan la cara opuesta
del arte: son, sencillamente, pura exhibición, puro espectáculo
de circo, como sugiere la elección metafórica del "pony"
para designarlos, y cuentan, como todo bagaje, con un simple "truco
que le va durar toda la vida, / pero es todo lo que un pony necesita"
(He's got one trick to last a lifetime, / but that's all a pony needs).
Jonah Levin no encarna, ni mucho menos, al verdadero artista; igual que
bastantes compañeros de oficio carece de talento musical; pero,
a diferencia de aquellos, carece también de ese pequeño
truco o habilidad que le permita alcanzar un éxito lo suficientemente
prolongado que le asegure una vida desahogada en el negocio del espectáculo.
Tras la brillante letra de esta canción se esconde, pues, una auténtica
carga de profundidad contra tantos farsantes que pululan por las listas
de ventas e, incluso, cuentan con el respaldo incondicional de buena parte
de la crítica.
A diferencia de otros trabajos del neoyorquino, ni el humor ni la ironía
constituyen las notas dominantes de este álbum. Es cierto que determinadas
canciones aparecen salpicadas de breves alusiones humorísticas,
y que una ligera comicidad (surreal) blanquea That's why God made the
movies. Todo ello no basta, sin embargo, para borrar la impresión
de enorme seriedad que transmiten las letras del álbum. En este
sentido, Ace in the hole representa la excepción: una pieza cómica
y burlona en que, aunque subyace un mensaje serio, éste queda totalmente
desdramatizado, en la mejor tradición del neoyorquino. La idea
central de la canción no es otra que la desesperanza del ser humano,
cualesquiera que sean los avatares de su existencia, cifrando sus posibilidades
de supervivencia en ese "as en la manga" que los seres humanos
llevan guardado para recurrir a él en el momento oportuno: la religión,
los paraísos artificiales (las drogas, por ejemplo), el autocontrol
(como medio de eludir la neurosis), etc. Entre todos ellos, destaca el
poder salvífico de la música en medio del torbellino existencial,
simbolizado en ese autobús que rueda y rueda sin cesar. Destacan
los magníficos cambios de punto de vista narrativo presentes en
la canción. así como la singular descripción contenida
en el "bridge", con su referido simbolismo:
Ridind on
this rolling bus
beneath a stony sky,
with a slow moon rising
and the smokestacks drifting by,
in the hour when the heart is weakest
and the memory is strong,
when time has stopped
but the bus just rolls along
("Viajo
en un autobús que da vueltas / bajo un cielo glacial, / mientras
sale la luna perezosamente /
y las chimeneas quedan atrás, / en el momento en que el corazón
es más débil / y el recuerdo se hace fuerte, /
cuando el tiempo se detiene, / pero el autobús sigue dando vueltas")
Que
para Jonah la música es, efectivamente, su "as en la manga"
queda plenamente ratificado en God bless the absentee, lo cual invita
a considerar esta canción como prolongación de la anterior:
Lord, I am
a working man
and music is my trade.
I'm traveling with this five-piece band.
I play the ace of spade.
("Señor,
soy un trabajador / y la música es mi oficio. /
Viajo con una banda de cinco miembros. / Juego al as de espadas")
para, acto seguido,
añadir:
Lord, I am a surgeon
and music is my knife.
It cuts away my sorrow
and purifies my life.
("Señor,
soy un cirujano / y la música es mi bisturí. /
Con ella extirpo mis penas / y purifico mi vida")
Sin
embargo, esa necesidad vital de la música, al convertirse en oficio,
comporta, paradójicamente, una serie de carencias afectivas o espirituales:
I miss my woman so,
I miss my bed,
I miss those soft places
where I used to lay my head.
("Echo
tanto de menos a mi mujer, / echo de menos mi cama, /
echo de menos aquellos delicados sitios / en los que solía apoyar
mi cabeza")
En
definitiva, la vida errante del músico (ya tratada en la juvenil
Homeward bound) conlleva un desarraigo, una pérdida de referencias,
una inestabilidad íntima en que el tiempo impone su absoluto control
sobre el ser humano que contempla, impotente, su propia insignificancia:
Lord, this country's changed so fast.
The futur is the present,
the present's in the past.
("¡Señor,
este país ha cambiado con tanta rapidez! /
El futuro ya se ha hecho presente. / El presente está en el pasado.")
El abandono afectivo del protagonista constituye, asimismo, el leit-motiv
de otra bella canción, How the heart approaches what it yearns.
En ella reaparecen, en mitad del mensaje amoroso, alusiones a la vida
errante del músico, para encontrar en esta ocasión, aunque
sea en sueños, el refugio en los brazos de la amada. Luces y objetos
cotidianos crean un ambiente de delicada nostalgia, con un lirismo contenido,
logrando Simon una de sus mejores letras dentro de la tradición
de la canción amorosa, mucho menos convencional, desde luego, que
la de Nobody.
Mucho más original aún es la letra de That's why God made
the movies, narración de corte surrealista en que Simon retrata
la psicología amorosa de Jonah Levin desde un punto de vista edípico,
con la particularidad de que la amada no actuaría como sustituta
de la madre, sino que supliría su ausencia, toda vez que, huérfano
de nacimiento, siempre careció de ella. Esta carencia explicaría
un nuevo ingrediente de la personalidad amorosa del protagonista: sus
inseguridades y temores en el ámbito de la pareja. Como señala
Victoria Kingston, en esta canción la amada ejerce también
de protectora, en medio de una sociedad llena de "lobos", en
claro paralelismo con el papel de las prostitutas en The boxer o la chica
predicadora en Duncan.
A través de otra original canción, Oh, Marion, el protagonista
prosigue su peculiar auto análisis (curiosamente, se cita a sí
mismo en tercera persona, consiguiendo, de ese modo, mayor distanciamiento
e ironía), desvelando sus defectos o limitaciones afectivas e intelectuales,
quizá en una muestra de baja autoestima, lo que conduciría
a esa difícil relación -hasta la ruptura- con su amada Marion.
La base de músicos que interviene en la grabación del álbum
coincide, esencialmente, con la que llevara el mayor peso musical en Still
crazy after all the years, esto es, Steve Gadd, Tony Levin y Hugh McCracken,
a los que se añadirían el teclista Richard Tee (que, ocasionalmente,
había aparecido en el citado álbum) y Eric Gale como guitarra
solista. Entre todos ellos, destaca la labor impecable y magistral del
bajista Tony Levin, cuya expresividad se pone de manifiesto en cada una
de las piezas del álbum, pero, especialmente, en temas como Jonah,
Nobody, Late in the evening o Ace in the hole. Reaparecen, en momentos
muy concretos del álbum otros colaboradores del neoyorquino en
Still crazy..., como Joe Beck o John Tropea; como coproductor, Simon elige,
por tercera vez consecutiva, a Phil Ramone. Con esta nómina de
músicos, resulta evidente la orientación jazzística
que deseaba Simon imprimir, de nuevo, a sus canciones. En consecuencia,
pocas novedades desarrolla Simon en este álbum desde el punto de
vista musical, limitándose a prolongar los ecos de anteriores trabajos,
más que perseguir nuevos horizontes en su carrera como compositor.
En este sentido, One-Trick Pony representa la apuesta menos arriesgada
e innovadora que jamás haya realizado el neoyorquino. Como señalábamos
a propósito de Still crazy..., las canciones de One-Trick Pony
están configuradas a partir de la línea del bajo. Quizá
el aspecto más novedoso del álbum consista en que, por primera
vez, Simon concede el protagonismo a la guitarra solista; los resultados,
no obstante, y salvo mementos aislados (Nobody, How the heart approaches
what it yearns, That's why God made the movies), no son especialmente
brillantes; de hecho, jamás Simon volverá a trabajar con
Gale ni diseñará un álbum para el lucimiento de la
guitarra solista.
Asimismo, resulta novedosa en Simon cierta "agresividad" musical
-algo que, casualmente, algunos críticos echaban de menos en su
carrera-, de la que son exponentes piezas como One-Trick Pony o Ace in
the hole. A la vista de los resultados, ni una ni otra pueden contarse
entre lo más granado del neoyorquino. Ace in the hole inaugura
una corriente funky poco memorable que llegará hasta el álbum
Hearts and bones, pero que propiciará, seis años más
tarde, una obra maestra como You can call me Al.
Escuchando Ace in the hole, en todo momento da la impresión de
que el talento de Simon no ha sabido dominar y depurar ese torrente musical,
aspecto que se aprecia claramente en el desorbitado remate de la pieza.
La idea de la canción parece estar por encima a su realización,
pues si resultan interesantes los solos instrumentales, los omnipresentes
riffs de guitarra y bajo, la alternancia de voces solistas o los cambios
de tempo, no es menos cierto que se echan de menos el orden y la simplificación
que el neoyorquino suele imponer en sus composiciones. Con todo, sería
injusto no apreciar el vigor de ciertos pasajes, como ese bello interludio,
de un raro lirismo, coronado por un envolvente coro.
Más lograda que Ace in the hole es la canción que da título
al álbum, un rythm and blues vigoroso, aunque poco original. Si
acaso, convendría destacar -tratándose del modelo blues-
la ausencia de crispación o desgarro en el trabajo vocal del neoyorquino,
más interesado en la dicción clara y natural que en la impostación,
experimentada, sin especial fortuna, en su álbum Live rhymin',
al acometer las versiones soul de algunas de sus canciones, o en el citado
final de Ace in the hole. El grueso del álbum lo constituyen canciones
cercanas al jazz, generalmente combinado con otras formas musicales (gospel,
blues,...). Estas canciones oscilan entre los tempos lento y medio, y
entre ellas destacan How the heart approaches what it yearns y Nobody.
La primera, una pieza extraordinariamente delicada, muy elaborada y de
una deslumbrante sencillez, dentro de su complejidad estructural, se cuenta
entre las mejores creaciones del neoyorquino. El propio Simon ha destacado
el magnífico solo de guitarra de Eric Gale. Así mismo, conviene
destacar el brillante engarce entre melodía y dicción, con
momentos tan memorables como el del pasaje "After the rain on the
intersatate, / headlights slide past the moon".
Nobody, por su parte, es una sencilla balada escrita al modo tradicional,
con una deliciosa melodía, perfecta simetría estructural,
tempo regular y una sobria instrumentación jazzística. Simultáneamente,
Simon introduce unos elegantes coros de estilo gospel (el propio Simon
multiplicando su voz, según la fórmula que había
utilizado de modo brillante en The only living boy in New York y Peace
like a river). Con ello, el neoyorquino consigue dotar a la pieza de un
tono de oración, sacralizando así a la persona amada.
No sobresale especialmente la lentísima Long, long day, aunque
deberíamos destacar ciertos detalles de su realización,
como su interesante bridge, con un cambio de ritmo y el acertado juego
de voces entre Patti Austin y el propio Simon. Obviamente, la extremada
lentitud de la pieza intenta reflejar el grado absoluto de cansancio y
soledad alcanzado por el protagonista.
Por su parte, Oh, Marion es una elegante canción de tempo medio
que, en un principio, parece apuntar alto para luego, a partir del interludio
instrumental, decaer hacia lo anodino. Merece destacarse el trabajo vocal
de Simon, de exquisita suavidad y lleno de "feeling".
Mucho más anodina es la realización de That's why God made
the movies, canción -en opinión de Simon- mal grabada, aunque
muy interesante desde el punto de vista de la composición. Tampoco
debemos dejar de mencionar, como -quizá- lo mejor de la grabación,
el excelente solo de guitarra a cargo de Hugh McCracken.
God bless the absentee, posiblemente la canción más floja
del álbum y también la más decididamente jazzística,
concede especial protagonismo al piano y a la guitarra solista, sin resultados
dignos de mención.
Hemos dejado para el final la referencia a dos excelentes piezas, si bien
de muy distinta factura. La primera, la arrolladora Late in the evening,
una de las "canciones estrellas" del repertorio del neoyorquino,
combina con acierto -adecuándose al ambiente urbano, amigable y
festivo del Nueva York de los años 50, recogido en la letra de
la canción- la música rockabilly con los ritmos latinos,
a lo que contribuyen sobremanera los fantásticos arreglos de viento
(cercanos al mariachi) a cargo de Dave Grusin. En esta irreprochable grabación,
merecen ser destacados el gran trabajo de Steve Gadd en la batería
y el rico efecto coral, a cargo, nuevamente, de la voz de Simon multiplicada.
Por su optimismo y desenfado, constituye esta canción una rareza
dentro del panorama nostálgico y pesimista que dibuja el álbum
en su conjunto.
El gusto de Simon por la bossa nova se pone, de nuevo, de manifiesto con
la deliciosa canción Jonah. En opinión del propio compositor,
el tipo de melodía utilizada le hubiera convenido mejor a una balada
amorosa. Con todo, se trata de una objeción menor a una exquisita
pieza, llena de lirismo y sincera emoción, que se debe contar entre
lo más selecto del neoyorquino.
© José
Luis Ortiz
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