No mereció la pena
el caro viaje al pasado

 

por Julián Ruiz


En una reciente entrevista en la todavía prestigiosa revista “Rolling Stone”, Paul Simon reconocía que la reunión del dúo tenía también ciertos apéndices económicos. Y que había sido idea de Simon volver a reunir al grupo.
Otro críticos, con cierto sentido del humor, dijeron que la reunión había podido ser fácil, porque tan sólo se trataba de unirlos en el parque. Esta broma tiene una explicación. Paul Simon vive a un lado del Central Park, de Nueva York. Art Garfunkel también vive al lado del Central Park, pero justo al otro lado. Así que quedaron en reunirse justo a la mitad del camino de las dos casas. Es decir, en pleno corazón del Central Park
Aquí, en España, los ha unido otro campo. Pero esta vez de fútbol. Se llevaron 36 millones de pesetas, cantaron durante una hora y cuarenta minutos y convocaron a casi cuarenta mil espectadores en el campo de Vallecas. No está nada mal.
Se puede hablar de una simple operación comercial. Es más que posible, dado el carácter judío de ambos. Todavía está por ver si están dispuestos a seguir juntos o cosa que se le parezca.
¿Qué decir de la actuación? Bueno, es como volver a nacer o algo así. Simon y Garfunkel, aunque lograron momentos sus momentos más espectaculares en los primeros setenta, son un típico producto de los años sesenta, en todo su sentido. Y como maravillosas reliquias del pasado, bien, muy bien. Pero nada más, Punto. Se acabó.

Más lentos
Ni siquiera se han atrevido a modificar los arreglos de sus canciones, tanto en dúo como individuales. Eso sí, para mayor comodidad, incluso han bajado el tiempo de todos los temas. Lo hicieron más lento para evitar gazapos de cualquier tipo.
Desde luego, las voces que escuchamos en el concierto de Madrid –que fueron mucho, ya que apenas se oía al grupo- no eran las del álbum  en directo en Central Park, mucho menos las de sus viejos discos, pero aun así da gusto escuchar a Simon y Garfunkel, pero sería más emocionante escucharles con algo nuevo.
Ahí está el quid de la cuestión. Esta operación retorno se ha montado como una simple operación comercial. En septiembre del año pasado, cuando concretaron el concierto en Central Park, ya habían fijado para el mes de mayo del año siguiente una gira por Europa, no muy larga y sí muy millonaria. Cuando se enteró CBS obligó a sus compañías del viejo continente una recopilación de grandes éxitos del dúo, que aparecieron en las Navidades del año pasado, como todo el mundo sabe. El pastel está preparado e incluso repartido.
En Madrid, como en Central Park, en el álbum en vivo, Simon y Garfunkel se dedicaron a desarrollar temas que habían ensayado para aquel concierto neoyorquino. Ni más ni menos. En esta gira, salvo un mínimo error y omisión, estuvieron hasta los mismos músicos que en Central Park. Músicos, grandes músicos de sesión, entre los que destacaban sobremanera el batería Steve Gadd y el pianista negro Richard Tee, maestro en el piano eléctrico.
Pero no eran muy modernos ni muy aventurados. Ni mucho menos. Era como ver a Simon y Garfunkel actuando para un público de Las Vegas, aunque estaban en un campo de fútbol, con toda clase de incomodidades y con la entrada a 1.500 pesetas. Pagar un lujo para estar en una incomodidad.
Y cuando se les acabó el repertorio del disco, incluyendo la pequeña propina de la versión de “El cóndor pasa”, se vieron en la  disyuntiva de tocar, volver a tocar los dos temas que más gancho y pegada tienen en vivo. Es decir, el maravilloso tema “Late in the evening”, que es lo mejor que ha escrito Simon en los últimos años y que venía incluido en “su banda sonora” de “One trick pony”. Y, desde luego, otra de pegada, “The boxer”. Y como no había más, se retiraron. Quizá, lo más probable, dejando sabor a poco. En el lado izquierdo del escenario, los organizadores españoles daban saltos de alegría y se frotaban las manos.

Operación comercial
Art Garfunkel ha perdido voz. Es lógico. Se le notó en esa especie de himno dramático que es “Bridge over troubled water”, con algunos errores que para Garfunkel son un típico lujo. Paul Simon se refugiaba en sus graves como podía y trataba de parar el chaparrón en los otros temas. En cuanto a la banda, no se trataba de destacar, sino simplemente acompañar. No sabemos hasta qué punto “The sound of silence”, que es lo mejor que Simon ha escrito jamás, puede ganar intimidad con el único apoyo de las dos voces y la tímida guitarra acústica de Paul Simon. Pero, en fin, suponemos que es una manera de variar el ritmo del concierto.
En definitiva, no nos podemos engañar. Nos hemos tragado la operación comercial, porque jugar con la nostalgia en casos de viejos mitos nunca ha fallado. Porque jugar a pensar que “todo tiempo pasado siempre fue mejor” siempre resulta práctico y muy lucrativo en caso de reliquias como éstas.
Pero también se puede decir que  nunca segundas partes fueron buenas, que escenificar un pasado e imitarse a sí mismo es lo más fácil del mundo. Pero también es pobre, obsoleto, reaccionario, oportunista y no oportuno, que es distinto.
¿Por qué no se atreven Simon y Garfunkel con nuevas canciones? Porque más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y si, como en este caso, lo conocido era bueno, pues la operación resultaba bastante más fácil.
Estados Unidos vive un momento de recesión, de vuelta al pasado. Descartan las innovaciones, van sobre los valores seguros, una reaccionaria industria, que es aplicable naturalmente a los discos, protege este tipo de viajes al pasado, de repetir las viejas películas que alimentaron otros tiempos pasados.
David Geffen es una especialista en retornos, en fichar reliquias para su compañía. Un año antes de la grabación de este concierto de Simon y Garfunkel y su ansiada unificación, había logrado fichar a John Lennon, que volvía de su retiro de muchos años. Simon y Garfunkel llevaban ocho años separados. Es como si hubiéramos retrocedido todos esos años. ¿Merece la pena – Para muchos, desde luego, la merece. Nosotros, lo sentimos, creemos que no merecía la pena. Mil veces prefería a los Simon y Garfunkel de los sesenta. Estos son una simple imitación.

 

Junio de 1982
El Gran Musical

Página Principal