Publicado en Octubre de 2000.
Referencia: Warner Bros 9362 47844-2
Productor: Paul Simon
Grabado y mezcaldo por Andy Smith
en la Hit Factory de New York.
Fotografía y directora de arte: Lynn Goldmith.
Diseño: Greg Foley
Director: Eddie Simon y Jeff Kramer.
"En este disco pensé en crear canciones simples con una banda imaginaria. Fue muy sencillo componerlo, las palabras venían tan rápidamente que la mayoría de las canciones las escribí en uno o dos días. Es como ese cliché de los cantautores: "No las escribí, alguien me las dictaba". Pero así me sentí. Fue diferente para mí. Usualmente me toma un par de meses trabajar en las letras.
El álbum tiene ese tono tan positivo porque es la primera vez en mucho tiempo que tengo armonía en casa".
Paul Simon (Los Angeles Times, 2000)
Tras el fracaso de The Capeman, Paul Simon atravesó uno de los periodos más complejos de su carrera. El proyecto, al que había dedicado cinco años de trabajo y una enorme inversión económica y emocional, se hundió tras una noche de críticas devastadoras en Broadway. A sus 56 años, Simon tuvo que recomponerse no solo del golpe profesional, sino también de una pérdida de confianza que lo llevó a replantearse su futuro musical. “Cuando dedicas cinco años de tu carrera a algo y se va al traste en una noche, tardas mucho tiempo en recuperar el equilibrio”, declaró en una entrevista. No lo definió como depresión, pero sí como una etapa de silencio necesaria para volver a encontrar su rumbo.
La vida personal ayudó en ese proceso. Su matrimonio con Edie Brickell y el nacimiento de su hijo Gabriel, un mes después del cierre de The Capeman, le aportaron estabilidad emocional y una nueva perspectiva. “Es la primera vez que tengo felicidad doméstica”, reconocería años más tarde. Durante ese tiempo, también exploró experiencias espirituales y creativas a través del consumo de ayahuasca, una planta amazónica con propiedades alucinógenas. En sus palabras, el uso moderado de la sustancia le ayudó a “escuchar nuevos sonidos” y a escribir canciones con mayor fluidez, aunque más adelante admitió haber abusado de ella, lo que acabó provocándole episodios de confusión y ansiedad.
En ese contexto de reconstrucción, Simon comenzó a componer las canciones que darían forma a You’re the One. Para el proyecto reunió una nueva banda que combinaba viejos colaboradores como el batería Steve Gadd, el bajista Bakithi Kumalo y el guitarrista camerunés Vincent Nguini , con nuevos fichajes como el percusionista Jamey Haddad y al multiinstrumentista Mark Stewart, quien con los años acabó convirtiéndose en director musical de su grupo. El resultado fue un sonido orgánico y equilibrado, con la percusión como eje central, pero alejado de la exuberancia rítmica de Graceland o The Rhythm of the Saints.
Simon grabó You’re the One entre 1999 y 2000 en los estudios The Hit Factory de Nueva York. El disco se publicó el 3 de octubre de 2000 bajo el sello Warner Bros. y marcó su regreso a la composición tradicional después de una década de experimentación con estructuras narrativas y musicales más ambiciosas. A diferencia del monumental proyecto teatral de The Capeman, el nuevo álbum se apoyaba en canciones de formato clásico, introspectivas, sobrias en la producción y cargadas de observaciones personales.
El tono general de You’re the One refleja una madurez creativa que se aleja de la búsqueda de éxito comercial. La apertura del disco, “That’s Where I Belong”, presenta un narrador que busca sentido y estabilidad en lo cotidiano. En “Quiet”, Simon expresa su deseo de alcanzar un estado de serenidad interior (“I am heading for a time of quiet / When my restlessness is past…”), reflejo directo de su estado emocional tras los años turbulentos. “Pigs, Sheep and Wolves” aborda el tema del prejuicio social con una alegoría sencilla, mientras que “Señorita with a Necklace of Tears” plantea una reflexión sobre el dolor y la empatía.
El tema central, “You’re the One”, combina ternura y autocrítica, con versos que mezclan devoción y duda (“Maybe that’s a waste of angels, I don’t know…”). La canción, según explicó el propio Simon, juega con el diálogo interno que aparece en muchas de sus composiciones: una afirmación seguida de una autointerrogación, una técnica que se había vuelto habitual en su escritura más reciente.
Uno de los puntos culminantes del álbum es “Darling Lorraine”, una narración de más de seis minutos sobre un matrimonio lleno de altibajos, donde el humor, la ternura y la tragedia se entrelazan hasta desembocar en la muerte inesperada de la protagonista. La pieza destaca por su estructura cambiante, que pasa de lo anecdótico a lo dramático con naturalidad. Simon consideraba esta canción una de sus letras más logradas, por su equilibrio entre historia y emoción.
A nivel musical, You’re the One combina elementos de folk, pop, world music y ritmos africanos o árabes, aunque con un enfoque más sobrio y menos colorista que sus predecesores. El sonido es limpio, sin exceso de arreglos, y deja espacio a los matices de la voz de Simon y a los diálogos instrumentales entre percusiones, guitarras acústicas y vientos. El resultado es un trabajo introspectivo, de gran coherencia estética, que confirma el interés de Simon por las texturas y los pequeños detalles.
La recepción crítica fue mayoritariamente positiva, aunque sin entusiasmo unánime. Publicaciones como Rolling Stone o Los Angeles Times elogiaron la solidez del disco, destacando su madurez y elegancia, mientras que otros medios consideraron que carecía de canciones tan memorables como las de Graceland. Comercialmente, alcanzó el puesto 19 en las listas de Estados Unidos y obtuvo el disco de oro, pero estuvo lejos de los niveles de ventas de sus grandes éxitos. Aun así, You’re the One fue nominado al Grammy al Álbum del Año, un reconocimiento que sorprendió incluso al propio Simon y que lo convirtió en el primer artista en recibir nominaciones en esa categoría en cinco décadas distintas (de los sesenta a los dos mil).
Con el tiempo, You’re the One ha ganado reconocimiento como una obra de transición. Supuso el cierre de una etapa y el inicio de otra más reflexiva, en la que Simon exploró su madurez con serenidad y sin la necesidad de competir con el mercado musical dominante. Si Graceland había sido su renacimiento artístico en los años ochenta, You’re the One fue su reconciliación consigo mismo: un álbum que no busca demostrar nada, sino reafirmar la voz de un compositor que, tras medio siglo de carrera, seguía buscando sentido y equilibrio a través de la música.