por Will Hodgkinson
Seven Psalms es el mejor álbum de Paul Simon en décadas. El cantante habla con Will Hodgkinson sobre cómo se inspiró en sus recuerdos de Inglaterra, el impacto de la pérdida de audición y por qué está escribiendo un musical.
Mi artista del año me conquistó con una meditación musical ininterrumpida de 33 minutos sobre la vida, la muerte, la fe y el más allá. Seven Psalms de Paul Simon presenta siete movimientos, enlazados por un motivo acústico y reflexiones líricas sobre la naturaleza de Dios que Simon tuvo en sueños.
Es una obra sumamente conmovedora: profunda sin ofrecer respuestas fáciles, poética sin ser demasiado seria, hermosa sin caer en la sensiblería. Aporta elementos familiares del folk, el blues y el jazz, pero los transforma por completo de una forma sólo comparable al clásico de Van Morrison de 1968, Astral Weeks. Y uno no puede evitar sentir -aunque él lo niegue- que, a sus 82 años, el gran filósofo pop de la generación del baby boom se enfrenta al final.
"Tuve un sueño tan vívido que me hizo levantarme en mitad de la noche y escribirlo", cuenta Simon, con su acento de Queens, Nueva York, todavía en su sitio, aunque algo más frágil y vacilante que antes, sobre cómo empezó el álbum. "Una voz me dijo: 'Se supone que estás trabajando en una pieza llamada Seven Psalms'. Lo primero que pensé fue que debía buscar la palabra "salmo" en el diccionario y luego leer los salmos en la Biblia, pero seguía sin tener ni idea de lo que debía hacer. Pensé, bueno, como de todas formas no es idea mía porque vino en un sueño, no tengo que hacer nada. Me limitaré a esperar".
Eso fue en 2020. Durante los meses siguientes, desde un rancho de Texas que comparte con su mujer, la cantante Edie Brickell, (y desde donde me habla ahora) Simon trabajó en una serie de piezas para guitarra sin preocuparse demasiado por el misterioso mandato de su sueño.
Aislado por la pandemia e incapaz de trabajar con otros músicos, mejoró las piezas para guitarra con sonidos de un instrumento inventado por el compositor estadounidense Harry Partch llamado cloud chamber bowl: copas de vino al revés amplificadas, golpeadas con un mazo para producir tonos que recordaban a lejanas campanas de iglesia. Luego, alrededor de las tres de la madrugada, tres veces por semana, una serie de sueños le indicaron el camino a seguir.
"Es un tópico -incluso me resisto a utilizar la palabra-, pero ésta fue realmente una de esas ocasiones en las que fui un conducto", afirma Simon. "Las primeras palabras que escribí fueron ' The Lord'. Y pensé: vale, esto va de creencias".
Lo que me parece realmente fascinante de Seven Psalms es la forma en que ofrece una réplica a las primeras y más célebres canciones de Simon. Clásicos de Simon & Garfunkel como The Sound of Silence, Homeward Bound y Bridge over Troubled Water captaban la dulce melancolía de la soledad, la añoranza y la compañía en un suave entorno acústico, y Seven Psalms vuelve a esos sentimientos desde el otro extremo de la vida.
"Viví una vida de penas agradables hasta que llegó la realidad, me rompió como una ramita en un vendaval de invierno", canta Simon en Love Is Like a Braid (El amor es como una trenza). Y un motivo de guitarra que recorre todo el álbum guarda una estrecha relación con Anji, un instrumental del guitarrista folk británico Davey Graham que aparece en Sounds of Silence, el álbum de Simon & Garfunkel de 1966. Simon aprendió Anji durante sus años de formación en Londres, donde llegó en 1965 para alquilar una habitación en Brentwood, Essex. Todo ello hace que Seven Psalms parezca un ajuste de cuentas con el pasado de Simon.
"El motivo de la guitarra en el álbum procede de mis años en Londres en la escena folk inglesa", confirma Simon. "No hay nada en mi repertorio que no se remonte a algo que haya escuchado en algún momento, y las dos grandes influencias fueron el doo-wop de las esquinas de Nueva York y la música folk que escuché en Inglaterra.
Escribí Homeward Bound y I Am a Rock en Inglaterra. Aprendí a tocar la guitarra acústica con los dedos con Martin Carthy, que estaba conectado con los Watersons [familia de cantantes] de Hull, lo que por supuesto me llevó a Scarborough Fair, y nunca había oído nada parecido a esas viejas canciones inglesas. Lo más parecido eran los Everly Brothers, que tomaban prestadas melodías de los Apalaches, así que ese periodo fue muy potente para mí. Tenía 21, 22 años, y estaba emocionalmente abierto a todo".
Simon fue recibido con los brazos abiertos por la bohemia folk británica tras haber sido rechazado por el mundo folk del Greenwich Village neoyorquino, en parte porque procedía del anticuado suburbio de Queens. Fue en Londres, en 1965, donde Simon produjo el ya clásico (y único) álbum de Jackson C. Frank, otro expatriado estadounidense que vivía de las rentas del seguro tras sufrir graves quemaduras en el incendio de una escuela.
"Era un gruñón", dice Simon de Frank, un brillante compositor que acabó sin hogar y en la indigencia. "Tenía todo ese dinero por un accidente que le dejó desfigurado, así que sólo quería deshacerse de él. Todo ese periodo en Inglaterra sirvió como una de las inspiraciones para Seven Psalms".
No es que Simon se aferre a la convicción boomer de que la música que uno escuchaba de joven es muy superior a lo que escuchan los chavales hoy en día. "Lo que escuches entre los 12 y los 16 años es lo que más te afecta", afirma.
"Mis hijos se ponen nostálgicos con el pop de los noventa, ¿y sabes qué? Es bastante melódico. Los Backstreet Boys y NSYNC cantaban bastante bien. A cada generación le gusta la música que escucha de adolescente, así que no es tan diferente del que yo me enamore de cualquier grupo de doo-wop que podría nombrar y del que no habrás oído hablar."
Y lo que es más potente, Seven Psalms se siente como un ajuste de cuentas con la muerte. "Hasta cierto punto sí, pero en realidad no", dice Simon, refutando mi sugerencia de que el álbum está destinado a una generación que se enfrenta a la mortalidad, que ocupa su lugar junto a You Want It Darker de Leonard Cohen y Blackstar de David Bowie. "En primer lugar, nunca siento que hable en nombre de una generación. En segundo lugar, nuestra capacidad de negar la mortalidad es muy poderosa".
Hablamos poco antes de Acción de Gracias. "Ahora mismo estoy pensando en lo mucho que lo espero porque la familia volverá a estar junta, y no voy por ahí pensando en la muerte, aunque a los 82 años es difícil evitarlo. ¿Conoces el dicho: vive cada día como si fuera el último? Siempre pienso, ¿de verdad, debo hacerlo? ¿No puedo malgastar un par de días sin hacer nada?".
Simon escribe canciones desde los 12 años. Es lo único que ha hecho siempre, y dice que Seven Psalms fue sobre todo un ejercicio de artesanía compositiva. "Para mí, el gran logro del álbum es The Sacred Harp", dice de un dúo con Brickell, que representa a una madre y su hijo haciendo autostop para escapar de la persecución en su pueblo natal en el que canta: "Allí no les gusta lo diferente/ Nos habrían acribillado". "Sé que es una historia buena y compasiva sobre los que vienen de fuera, y cuando la escribí no teníamos nuestra actual oleada de refugiados, teníamos gente que huía de la pobreza en Sudamérica. Entonces te das cuenta: siempre hay una corriente de refugiados en alguna parte".
Al año de empezar Seven Psalms, Simon perdió la audición del oído izquierdo. "Como puedes imaginar, estaba bastante preocupado", dice, no sin razón. "Luego pensé que quizá esta discapacidad repentina formaba parte del proceso. Quizá vaya con el flujo de información sin esfuerzo que me llega a través de los sueños".
Ni que decir tiene que un álbum de un solo tema basado en la guitarra acústica y complejas reflexiones sobre la divinidad, sin la intensidad rítmica que convirtió en un éxito su álbum Graceland de 1986, que vendió 16 millones de copias, no es la perspectiva más comercial. "Bueno, es generacionalmente inapropiado que siga escribiendo éxitos", dice Simon. "Y me imaginé Seven Psalms como un largo mensaje, combinado con sonidos lo bastante potentes como para hacer que el mensaje cobrara vida, así que así es como tenía que ser".
Simon también insiste en que el álbum no es un gran salto adelante. "Una de las grandes ideas falsas sobre mí, que en realidad empezó con Graceland, es que siempre intento ser diferente. No es cierto. Siempre continúo con la última pieza en la que estaba trabajando. Sólo dejo las partes que ya no me interesan".
Cuando terminó su álbum Stranger to Stranger en 2016, Simon sí pensó que podría ser el momento de parar y hacer otra cosa con su vida. "Y lo habría dejado. Pero entonces este sueño me dijo que hiciera este álbum y empecé a pensar en todas las cosas que aprendí sobre la guitarra desde muy pronto: rasguear como los Everly Brothers, hacer punteos con los dedos como el folk inglés, usar la melodía como los grupos vocales de las esquinas. Eso, junto con los cuencos de cámara de nubes y demás, se convirtió en el sonido del álbum.
Luego llegó la pérdida de audición. Al principio, Simon decidió retirarse por completo, pero el deseo de terminar Seven Psalms cambió todo eso y desde su publicación ha terminado otra canción, ha compuesto cuatro piezas para guitarra y está planeando hacer un álbum de duetos con Brickell, "sólo por el bien de nuestros hijos". También está empezando a trabajar en un musical.
"Repasando mi vida, parece que tengo un ciclo de escribir nuevo material cada tres años más o menos y eso es lo que está ocurriendo ahora. Pero no pienso: '¿Qué puedo hacer para seguir a Seven Psalms?', como tampoco pensé: '¿Qué puedo hacer para seguir a Bridge over Troubled Water? Acabo de pasar cinco días ensayando Seven Psalms con dos guitarristas acústicos y creo que puedo tocarlo en directo. Ya no puedo tocar con batería y guitarra eléctrica debido a mi pérdida de audición, pero esto podría ser posible. Eso espero, porque echo de menos actuar, de veras".
Mientras tanto, Paul Simon se ha sorprendido a sí mismo haciendo uno de los mejores álbumes de su vida, y mi álbum del año, en un momento en el que pensaba que todo había terminado. En cuanto al significado de Seven Psalms, prefiere que lo descubramos por nosotros mismos.
"Creo que el oyente completa la canción", dice Simon. "Las palabras salen de mi subconsciente y mi experiencia tras décadas haciendo esto es que la interpretación del oyente es más interesante que cualquier significado que yo haya pretendido. Pero diré que hay una línea en el álbum que considero más importante que cualquier otra.
La frase aparece en The Lord, la pieza inicial que también constituye el hilo conductor del álbum, y es muy sencilla: "Nada muere de demasiado amor".
"Si quieres entender Seven Psalms", concluye Simon, "todo está ahí, en esa única línea".